En la vida personal y profesional es importante aprender a poner límites.
Desde pequeñitos seguramente hemos oído muchas veces cómo nuestros padres, profesores y otras personas que nos rodean nos dicen que no a cosas que no se pueden hacer, que están mal y podríamos decir que de alguna manera nos podemos acostumbrar a escuchar esa palabra. No subas ahí, no corras, no comas eso, no se pega, no mientas, etc… infinidad de ejemplos de cómo el «no» está muy presente en nuestras vidas.
Los problemas para decir que “no”
Sin embargo, a medida que vamos creciendo, tanto nuestra capacidad para recibir un “no” y para decirlo se va reduciendo y por norma general nos ocurren dos cosas. La primera es que no solemos recibir bien cuando alguien nos dice que no a algo, un amigo que no puede hacer un plan, no poder salir porque mis padres no me dejan, que una persona que me interesa no se interesa por mi…
Nos sentimos no ante algo así y de alguna forma afecta a nuestra autoestima. Pensamos que a esa persona le pasa algo conmigo o que algo habrá mal en mí si una persona no se interesa en mi de la misma forma que a mi me interesa. A veces también ocurre que más allá de sentirnos mal desde la tristeza también nos enfadamos.
Nos enfadamos con la persona que me dijo que no. Y el gran problema aquí es que ni tan siquiera lo decimos. No se lo hacemos saber a la otra persona y de ahí se suelen empezar a estropear las relaciones. Porque no nos comunicamos bien y la vez empezamos a cambiar nuestro comportamiento con esa persona hasta que todo se estropea.
Esto puede ocurrir porque desde pequeños quizás cuando nos decían algún “no” no era desde el amor y el respeto y nos hacían sentir especialmente mal o culpables. Quizás también porque nos hacían ver que no nos podíamos equivocar y no podíamos fallar.
La segunda cosa que nos pasa es que a nosotros también nos cuesta decir que no a otras personas, cuando nos proponen un plan que no nos apetece y no queremos ir pero acabamos yendo, cuando no me gusta algo y en vez de decir que eso no me gusta, me callo o hasta decimos que nos gusta haciendo todo lo contrario. En estos casos son muchos los motivos que pueden llevar a una persona a no decir que no, por ejemplo:
- Miedo a que se enfaden con nosotros.
- Sentir que la otra persona no va a aceptar mi no y que eso hará que cambie conmigo o cambie la relación con ella.
- Porque nos enseñaron desde pequeños que es importante complacer a los demás aunque no nos sintamos bien con algo o que las necesidades de otros están por delante de las nuestras propias.
- Haber escuchado comentarios como “ a ver qué va a pensar x persona o la gente”, nos enseñan que la opinión de otras personas en muy importante y que la nuestra no lo es tanto.
- Haber aprendido que el amor o aprobación de otra persona se consigue complaciéndola.
¿Por qué es importante aprender a decir “no”?
Todas estas cosas afectan a nuestra autoestima y genera inseguridades en la persona y hace que luego no se sienta capaz ni de recibir ni de decir un no. Decir que no es algo sano para nosotros y también para las relaciones que establecemos con otras personas. Igual de importante es que otras personas sientan que también pueden decirnos que no a nosotros y que eso no va a dañar ni cambiar la relación y nosotros seamos capaces de respetarlo.
Hacerlo de una forma asertiva y respetuosa precisamente nos ayuda a mejorar nuestra autoestima, a poner en valor nuestras opiniones y necesidades y tener vínculos sanos donde cada uno puede uno mismo sin miedo a que haya consecuencias. Aumenta la seguridad en nosotros mismos y desde ahí nos comportamos y relaciones de una forma más natural donde no tenemos que estar pensando y midiendo tanto nuestras palabras y nuestras acciones.
Párate y observa si a día de hoy mantienes alguna relación en la que sientas que no puedes decir que no, piensa qué pasaría si lo hicieras y plantéate qué tipo de relación es esa y si realmente quieres una relación así. Te animo a que veas qué podrías hacer al respecto.
Fuente: Laura Martínez Álvarez / psicologiaymente.com